La complejidad del enrevesado carácter y la singular personalidad de los asturianos no dejan de asombrar incluso a quienes hemos nacido en el Principado. Perplejos nos dejan, por ejemplo, las desaforadas muestras de alegría etílica de las que los asturianos hacemos gala de forma pública, cada vez que tenemos una ocasión, es decir, muy amenudo. No es nada criticable ni negativo. Al contrario. Las extrovertidas muestras de la capacidad de ingerir bebidas alcohólicas, acompañadas frecuentemente de las consecuentes y simpáticas representaciones con las que el asturiano adorna su borrachera, suelen dejar “perlas” para el recuerdo, bien e forma de grabación sonora (como el que llama a un 1811 para solicitar “putes”), bien en forma de grabación de video (en este sentido los ejemplos son varios y se pueden encontrar alfabéticamente ordenados en youtube).
Pero éste carácter indomable del astur no sería del todo llamativo si no estuviera acompañado de consideraciones de otro tipo. Si se quiere de mayor enjundia. Desconocemos si la ingesta de sidra ha tenido algo que ver en el siguiente dato que, por otra parte, resulta revelador: los asturianos se sitúan en cuarta posición en el ranking de ciudadanos que menos se identifican con España, sólo por detrás de -por este orden- vascos, catalanes y canarios (con quienes estamos empatados), según una encuesta de la Fundación Bertelsmann. Este dato destaca, entre otras cosas, porque en la región jamás ha triunfado ninguna propuesta nacionalista, ni siquiera regionalista; quizás debido a la calidad profesional de los políticos que han enarbolado la bandera de la asturianía (más preocupados por presentar un programa electoral en el que la oficialidad del asturiano sea la base fundamental que por aportar soluciones político económicas a la soledad sociolaboral de Asturias), quizás porque el votante del Principado es, como decimos, un ser que merece ser estudiado a parte.
La singularidad del carácter asturiano podría explicarse en términos darwinianos, toda vez que la región todavía no ha logrado romper su aislamiento histórico (aunque en ello estamos). El Homo Astur, desvinculado durante siglos de la vida moderna y civilizada que representaba el Estado Español (antaño castellano), ha evolucionado por derroteros ajenos al común de la especie humana ibérica, quien sabe si por merced de alguna mutación acaecida a los largo de la historia. Esta hipótesis explicaría porqué los políticos asturianos, con independencia de sus tendencias, sostienen que los asturianos no tenemos ningún problema de identidad nacional. Pero, al margen de disquisiciones más propias del debate estatutario (que a buen seguro pasará de puntillas por el Parlamento regional), lo que sí puede explicar esta hipotética mutación de la que les hablamos es que, según el mismo informe de la Fundación Bertelsmann, los asturianos son los ciudadanos que menos se identifican con Europa. Esta si que es una afirmación llamativa, ya que los resultados de la encuesta no se refieren a la identificación de los asturianos con el concepto de Europa, cuna de la civilización occidental, ni con el concepto de Europa, continente pegado a Asia por el culo. En realidad el documento refleja que lsoa sturianos nos nos identificamos con la Unión Europea, cuna de Eurovisión y, en consecuencia, de Rosa de España.
Entendemos que el 25% de los ciudadanos asturianos no se identifiquen con España por razones históricas, geográficas, ideológicas, sociales o etílicas. Lo que nos llama profundamente la atención es que el 67% de los asturianos no se identifiquen con la UE, que es quien paga las facturas en esta tierra; quien pone la pasta de las principales infraestructuras; quien se come con papas los sobrecostes de El Musel, en definitiva, quien amamanta con su ubre dorada el hambre insatisfecho por un estado español más preocupado por dar sensación de unidad que por demostrar que no tiene miedo a las distintas identidades nacionales.
Insondable es, por tanto, el carácter del asturiano; bonachón y jueguista; borrachín y, antaño, dinamitero; independiente y antieuropeo; poco español y poco nacionalista. Esta región es capaz de dar a luz individuos capaces de ser campeones del mundo de Fórmula 1; hombres que no dudan en llamar a un 1811 para pedir fulanas; Premios Nobel de recio carácter; traficantes de explosivos; actores que interpretan al Chatín de Gijón en programas locales de televisiones de ámbito estatal… En definitiva, los asturianos somos una raza distinta, con genes mutados que nos afectan de modo aleatorio e impredecible y que propician que los medios de comunicación de la región, dirigidos por asturianos, sean como son.
El Pley
martes, 13 de noviembre de 2007
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