Hoy tenemos que lamentar que el PP asturiano no ha querido protagonizar otra escenita “a la Gallardón” por culpa de las dichosas listas de candidatos. Con lo que nos hubiéramos reído. Finalmente han cerrado una lista con muy pocos cambios con respecto a la que se filtró de Gabino. Pocos pero importantes. Todos son reseñables, pero hoy me gustaría dedicarle unas líneas a uno de los personajillos que no estará en la candidatura al Senado. Un secuaz de Pili Pardo con una boca inversamente proporcional al tamaño de su ingenio. Un hombre que, aunque todavía se empeña en negarlo, está perdido en la política desde que tuvo un encontronzazo verbal con la democracia (o desde mucho antes). El 27 de marzo de 2003 el entonces concejal popular encargado de pedir más plazas de aparcamiento en Gijón, Juan Carlos Santos, perdió la poca credibilidad que podía tener a medida que se le hinchaba la vena del cuello, mientras su largo y fálico dedo amenazaba a la concejala del Grupo Municipal de Izquierda Unida, Gloria Fernández, de quien podemos decir que no apartó la mirada de los húmedos ojos de Santos ni un momento. Ni siquiera cuando Churruca medió entre ambos, interponiendo su fornido y varonil cuerpo entre el de la que después sería Directora de Infancia y el de quien estaba llamado a ser el tormento de EMTUSA. El irascible y visceral edil del PP completó aquel día su gloriosa (casi mítica) defenestración, sometiéndose voluntariamente a una humillación pública en el programa La Ventana de la cadena SER, en la que participaron la arrogante Gemma Nierga y el mordaz Juan José Millás, Millans para Juan Carlos.
Y todo por culpa de dos manifestantes (ni tres, ni cuatro), que esperaban al grupo municipal del PP en la plaza mayor con una pancarta tamaño folio en la que, escrita a boli bic, a duras penas se podía leer la palabra “asesinos” (protestaban contra la guerra de Irak. Entonces estaba de moda entre la progresía llamar asesinos a los concejales del PP). Tan miserable era la virulenta manifestación, que los periodistas allí presentes apagaron sus equipos: los de la radio desmontaron los micros, los de la tele apagaron las cámaras y los de los periódicos guardaron las grabadoras. Nadie supuso que aquella marea humana de dos personas podía importunar y alterar tanto a los concejales del PP, por lo que nadie grabó el momento en el que el concejal Santos echaba la culpa de la conspiración a la “puta democracia”. Gerardo Antuña, que por aquel entonces hacía méritos para medrar en el partido (y que de casualidad pasaba por Gijón), se aseguró de certificar que no había pruebas audibles y no ocultó su regocijo por la ausencia de grabaciones. Antuña llevó la buena nueva al despacho de Pilar Fernández Pardo en el Grupo Municipal del partido Popular y allí se forjó un comunicado que se enviaría a todos los medios de comunicación para desgracia del remitente, quien aseguraba en aquel texto que no llamó puta a la democracia en sí, sino a una democracia mal entendida mediante la cual le machacaban a él. Es decir, que volvió a llamar puta a la democracia.
A pesar de todo Juan Carlos Santos siguió en el círculo de Pilar, aunque ésta le relegó en cierta medida, temerosa de que la enorme boca de Juancarlinos acabase salpicando de mierda a todo el partido (valga esta metáfora escatológica). Y a punto estuvo Pilar de librarse de Santos enviándolo al Senado. No pudo ser, a pesar de que hubiera sido un justo premio para el azote de la ORA, ya que en su día se comió todo el marrón de la “puta democracia”. Acaparó todo el protagonismo de manera que nadie se acordó de la imagen de Pilar Fernández Pardo a la salida de aquel pleno, ese fatídico 27 de marzo de 2003. Si no hubiera sido por la cagada verbal de su secuaz, todos los medios habrían reflejado, al día siguiente unos y esa misma tarde otros, los alaridos de Pilipardo ante la visión de aquel folio escrito a boli bic; su expresión de furia; su imperativa orden a los agentes que custodiaban la entrada de la casa consistorial, para que desalojaran a las manifestantes que, por otra parte, nunca llegaron a entrar en el edificio; su arrogancia y su mala leche.
Una pena. No podremos decir que el de la “puta democracia” es Senador de España. Él podrá consolarse pensando que no lo iba a ser de ninguna manera, ya que era el tercero de la lista, pero nosotros estamos desconsolados porque Santos en la Cámara Alta podía habernos dejado momentos imborrables. Buen brazo pierde el campo.
El Pley
martes, 22 de enero de 2008
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2 comentarios:
Si es que lo mejor siempre pasa cuando apagas el equipo. En off.
Buen trabajo, por cierto.
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