sábado, 1 de diciembre de 2007

Mis problemas con la policía

Tengo un par de problemas con la policía. Nada delictivo. Nada criminal. Es más cuestión de hablar. O de no decir, para ser exactos.

Vamos a los casos concretos. Accidente mortal: palman dos pasada la medianoche, sus cuerpos quedan prácticamente irreconocibles pero se recupera la matrícula del coche. Resultado: casi doce horas después no se da la más mínima información sobre el vehículo, su marca o su dueño y acompañante. Sobre esto último se puede entender: están muertos y conviene informar a la familia antes que a los medios de comunicación. ¿Pero sobre lo demás? Igual es por la misma razón: los agentes del orden guardan con celo la intimidad de las personas, de ahí el silencio. Tétrico silencio.

Segundo caso. Se anuncia que a media mañana se va a anunciar una importante operación contra el narcotráfico. ¿Se dan datos previos? No, padre. Ni palabra. La convocatoria es de las siete de la mañana, pero si hay alguien que quiera o pueda utilizar la información antes de la hora fijada por la autoridad tiene una sola y única opción: echarle paciencia, porque la autoridad es silenciosa hasta la hora del recreo.

Tercer caso. En una ciudad del norte con vistas al mar no se informa de ningún hecho ocurrido en la municipalidad hasta el lunes. Si durante el fin de semana se produce algún hecho de mediana importancia, silencio. Si la movida es tan gorda que no hay más remedio que largar un poco, pues se larga. Pero ya de mala gana: ¡con lo bien que saben las noticias dos o tres días después de que se produzcan!

De todo esto saco dos conclusiones. La primera: la madera es un cuerpo que pretende controlar al máximo cualquier tipo de información de la que disponga. ¿Esto es bueno? Para la madera sí, para los periodistas y los ciudadanos que les gusta saber lo que pasa cuando pasa no lo es. Segunda conclusión: los periodistas que cubren lo local y sus empresas prefieren la información masticada a la elaborada porque de otro modo no se entiende que se permitan actitudes que en el fondo son contrarias al libre acceso a la información y el derecho a informar (art. 20). No hay nada más detestable que escuchar al otro lado del teléfono o de un rostro gélido y funcionarial vestido de medallas un impersonal y arrogante "como de costumbre".

elbuzo

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